viernes, 27 de febrero de 2009

cómo entender la ciencia a través de las anécdotas


EN DEUDA CON EL AZAR
cómo entender la ciencia a través de las anécdotas.
Profesor Héctor Fabio Villalba .
Cada vez hay más libros que tratan de enseñar desde las anécdotas, las curiosidades o simplemente desde la diversión. Ello como una manera de acercar temas o estudios considerados como difíciles a los alumnos y demostrar que las cosas no son tan complicadas como parecen. Una estrategia educativa y divulgativa desde la desacralización de materias consideradas como intocables, inabordables, distantes o hechas sólo para los más inteligentes o avispados.
Un buen ejemplo de estos libros es el que ha escrito Walter Gratzer, catedrático del King’s College de Londres, titulado Eurekas y Euforias: cómo entender la ciencia a través de las anécdotas. Es el libro de un científico hablando el lenguaje de todos los mortales y sintiéndose como uno más. Algo de agradecer teniendo en cuenta el lenguaje hermético y especializado que suelen emplear los expertos y que hacen incomprensible y hasta aburridas sus disciplinas y enseñanzas. No es el caso del profesor Gratzer, quien en este volumen ha reunido más de un centenar de temas "imposibles" que demuestran que el avance científico y tecnológico que ha vivido la humanidad ha dependido, en buena parte, más de la chiripa o la casualidad que de la inteligencia y los trabajos supercalculados.
Sin embargo deja claro que no todo es azar, suerte, accidente o hasta mala suerte, porque para poder detectar o reconocer el hallazgo nacido de estos aspectos arbitrarios se necesita de una persona con talento y cierta disciplina. Olfato creativo o profesional, y sobre todo de personas desprejuiciadas al momento de acercarse a un tema, alejada de tópico y clichés y con una mente abierta.Aclarada esta premisa, Eurekas y Euforias muestra unas páginas amenas pero llenas de documentación, información y conocimiento. Dosis de sabiduría que cuentan la historia de un descubrimiento y su función en la vida.
Un álbum en el que están desde el científico más importante del siglo XX, Albert Einstein, hasta Sapper al que se deben los colorantes. Volviendo a Einstein, por ejemplo, él mismo reconoció su deuda con la chiripa al atribuir su hallazgo sobre el tiempo y el espacio a que su retraso intelectual o falta de concentración le sirvió para que ya adulto pensara en cosas sobre las que suelen girar las ideas y pensamientos de niños y adolescentes. He ahí la primera clave: no temer a pensar como los niños y no olvidarse de su creatividad y osadía y obrar sin vergüenza.
Otro hallazgo más comprobable, o en este caso saboreable y que gusta a casi todo el mundo, se debe a la chiripa de la chiripa: los edulcorantes artificiales. Fue en 1879 cuando un estudiante estadounidense, Constantine Fahlberg, comió algo y notó un sabor que alteraba fuertemente su comida. Eran sus dedos que habían quedado untados de una sustancia con la que había trabajado esa tarde para otros asuntos, el aminoácido orto-sulfobenzoico, más conocido como sacarina. Y así una historia y anécdota tras otra, hasta convertir este catálogo de deudores del azar en una herramienta pedagógica para profesores y un aliado de los alumnos.
En deuda con el azar

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