lunes, 14 de diciembre de 2009

historia de la filosofia taller n.1 nocturno ciclo(a-b)

Concepto de la historia de la Filosofía
Aristóteles da comienzo a sus catorce libros Metaphysicorum con aquella afirmación de todos conocida, a saber: que todos los hombres desean naturalmente saber (omnes homines natura scire desiderant), o poseen natural inclinación a la ciencia. Afirmación es esta que, aunque parece vulgar a primera vista, encierra profundo sentido filosófico, según se desprende de las reflexiones luminosas que hace Santo Tomás {1} al exponer y comentar, con su acostumbrada penetración y [2] seguridad, esta sentencia del Estagirita. Y es digno de notarse que el Doctor Angélico supone y afirma que este deseo natural de saber se refiere al saber en sí mismo, a la ciencia metafísica considerada en sí misma, abstracción hecha de sus aplicaciones ulteriores y de su utilidad posible: quaerere scientiam non propter aliud utilem, qualis est haec scientia, non est vanum.

A nuestro intento, sin embargo, en la ocasión presente, basta recordar que ese deseo de saber, espontáneo y universal en el hombre, de que nos habla el discípulo de Platón, es el grano de mostaza que creció y crece, se desarrolló y se desarrolla, hasta constituir la ciencia filosófica, cuya historia tratamos de escribir. Pero, ¿qué se entiende por esta ciencia filosófica? ¿Qué materias y cuestiones constituyen la esencia y el ser de la Filosofía, y representan, por consiguiente, el dominio y los límites de su historia? [3]

Preguntas son estas que entrañan un problema nada fácil de resolver, al menos con seguridad y precisión exacta. Porque, si volviendo la vista atrás, echamos una rápida ojeada sobre el sentido y significación que se ha dado a la palabra filosofía en diversas épocas y por diferentes autores, nos será sumamente difícil determinar, circunscribir y fijar aquel sentido y aquella significación, y, consiguientemente, la naturaleza y el dominio de la Filosofía y de su historia.

Zeller observa con razón que la palabra filosofía recibió entre los griegos sentidos y significaciones muy diferentes. Y, en efecto: si recorremos los escritos de Herodoto, Jenofonte, Platón y Sócrates y algunos otros, veremos que la denominación de filósofo se tomaba con frecuencia como sinónima de sabio, de sofista, de físico o naturalista, y alguna vez se aplicaba a los poetas y artistas. En general, puede decirse que al principio toda cultura del espíritu humano, la aplicación o ejercicio de su actividad en cualquiera de sus fases, la manifestación, en fin, de la virtualidad y fuerza nativa de la razón humana en esfera superior a la del vulgo o generalidad de los hombres, recibía el nombre de filosofía y también de sabiduría. Porque es sabido que en sus primeros pasos estos dos nombres marcharon, por punto general, confundidos y como identificados, y aun puede añadirse que estuvo más en uso el segundo que el primero hasta la época de Pitágoras {2} y [4] hasta la enseñanza de Platón, cuyos escritos contribuyeron mucho, no ya sólo a generalizar el uso de la palabra filósofo, sino también a concretar y fijar su verdadero sentido.

Al mismo resultado contribuyeron igualmente los escritos y la enseñanza de Aristóteles; pues si bien es cierto que tanto éste como su maestro emplean alguna vez la palabra filosofía en su sentido primitivo y vago, generalmente le atribuyen una significación concreta, diferencial y científica. Que si para Platón la Filosofía es el esfuerzo por medio del cual el espíritu humano se eleva al conocimiento objetivo del ser y de la perfección moral, y distingue lo que es de lo que aparece, lo inteligible de lo sensible y fenoménico, para su discípulo la Filosofía es el conocimiento reflejo y sistemático de los principios del ser y del conocer, la investigación científica del mundo y de sus primeras causas, y del hombre con sus potencias, su origen y sus fines.

En las escuelas que posteriormente se formaron al calor de la restauración socrática, y bajo la influencia más directa e inmediata de Platón y Aristóteles, el nombre y noción de Filosofía vuelven a perder la precisión y el sentido racional, concreto y científico que habían recibido de la boca y en los escritos de aquellos dos grandes filósofos. En muchas de estas escuelas, la Filosofía queda reducida a la investigación ética, o, mejor dicho, a la investigación de los bienes en que consiste la felicidad del hombre, y medios de llegar a su posesión. En otras, la ciencia filosófica es amalgamada y confundida con la erudición histórica, la crítica, la música, la gramática y otras semejantes. En algunas, [5] finalmente, el elemento mitológico, la simbólica, la teurgia y la magia, absorben, si ya no decimos que ahogan, la Filosofía, en el sentido propio de la palabra.

En resumen: desde los primeros tiempos históricos hasta Pitágoras, la denominación de filósofo y la de sabio, equivalente por entonces de la anterior, se daba a los que sobresalían o se distinguían del vulgo por alguna cultura superior del espíritu, o porque poseían conocimientos especiales en cualquier ramo, ciencias, artes, literatura, gobierno, &c., y también a los que se distinguían de la generalidad por la práctica de la virtud o ejercicios de obras buenas. A esta primera época podemos aplicar las palabras de Cicerón, cuando escribe: Omnis rerum optimarum cognitio atque in his exercitatio Philosophia nominata est.

Desde Pitágoras hasta Aristóteles inclusive, el nombre y noción de la Filosofía se determinan, aclaran y fijan paulatinamente hasta adquirir significación propia y diferencial, y, por último, se presenta, aunque con cierta vaguedad, entre vacilaciones pasajeras y con alguna obscuridad, como la ciencia del mundo, de Dios y del hombre, como la investigación científica, consciente y refleja de la esencia, de las leyes y de las relaciones de la realidad objetiva. Y aquí es digno de notarse que algunos de estos filósofos, y principalmente Sócrates y Platón, reconocen y confiesan que la ciencia que el hombre puede alcanzar de estos objetos es muy imperfecta y como nada en comparación de la ciencia de Dios, único verdadero sabio {3}, y único que [6] posee la ciencia verdadera y digna de este nombre.

En las escuelas posteriores, la idea de la Filosofía, o se circunscribe a la investigación de la felicidad de la vida humana y de sus condiciones, como las escuelas cínica, cirenaica, epicúrea, &c., o amalgama y confunde toda clase de conocimientos, desde la retórica y poética, hasta la magia y la simbólica, como las diferentes ramas y fases del neoplatonismo, o subordina todos estos conocimientos, lo mismo que la especulación metafísica, a la idea ética, como aconteció en la escuela estoica, para la cual no había más Filosofía ni más investigaciones metafísicas que el estudio y la práctica de la virtud, a la cual debía subordinarse todo lo demás; pues, como escribía Séneca, Philosophia studium virtutis est, sed per ipsam virtutem.

Despréndese de lo dicho que la historia de la Filosofía, ni debe abrazar todo lo que algunas escuelas y filósofos apellidaron Filosofía, ni tampoco debe limitarse a lo que otras escuelas y otros filósofos designaron con este nombre, sino que debe marchar y moverse en relación y armonía con la noción o idea propia de la Filosofía. La cual, según queda indicado, abraza el [7] conocimiento racional, o al menos la investigación científica de la esencia, leyes y relaciones generales de la realidad. La idea de Filosofía, y consiguientemente su historia, no descienden al objeto y terreno propios de las ciencias particulares, consideradas como tales, sino que se mantienen en las investigaciones, conocimientos y sistemas que de una manera más directa y general se relacionan con Dios, el mundo y el hombre, que son los tres grandes objetos que integran la realidad objetiva, cuya esencia, leyes generales y relación, constituyen y representan la materia y como el objeto específico de la Filosofía.


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{1} Sin contar otras varias consideraciones muy filosóficas acerca de las aplicaciones y efecto de ese natural deseo de saber que existe en el hombre, Santo Tomás busca y señala la razón suficiente de este fenómeno, o, digamos mejor, de este hecho: a) en la tendencia espontánea y natural de lo imperfecto a la perfección, del entendimiento en estado de potencia al entendimiento en estado de acto, de la inteligencia potencial e informe a la inteligencia actuada e informada por las ideas; b) en la natural inclinación de toda substancia o naturaleza a su propia operación, a la acción correspondiente a su propia esencia, la cual en el hombre y para el hombre no es otra que la acción de entender o saber, puesto que es la acción más propia del hombre como hombre y la que le distingue y separa de las demás cosas: por consiguiente, nada más natural que la inclinación del hombre a la ciencia, el deseo de saber y conocer las cosas y sus razones y [2] principios. «Cujs ratio potest esse triplex: primo quidem quia unaquaeque res naturaliter appetit perfectionem sui, unde et materia dicitur appetere formam, sicut imperfectum appetit suam perfectionem. Cum igitur intellectus a quo homo est id quod est, in se consideratus, sit in potentia omnia, nec in actum eorum reducatur nisi per scientiam, quia nihil est eorum quae sunt, ante intelligere, sic naturaliter unusquisque desiderat scientiam, sicut materia formam. Secundo, quia quaelibet res naturalem inclinationem habet ad suam propriam operationem; propria autem operatio hominis in quantum homo est intelligere, per hoc enim ab omnibus aliis differt: unde naturaliter desiderium hominis inclinatur ad intelligendum et per consequens ad sciendum.» Comment. in 12 lib. Metaphys., lib 1º, lecc.1ª.
No es menos hermosa la tercera razón probando que el hombre desea naturalmente la ciencia, acto y perfección propia del entendimiento humano, porque por medio de éste se verifica la unión del hombre con la Inteligencia Suprema y la posesión de la perfecta felicidad: Non conjungitur homo nisi per intellectum, unde et in hoc ultima hominis felicitas consistit.

{2} Cualquiera que sea la exactitud histórica de la anécdota que atribuye a Pitágoras el origen del nombre filósofo, exactitud histórica que no todos reconocen, es lo cierto que esta palabra tomó carta de naturaleza, por decirlo así, entre los escritores y hombres de letras, a contar desde la época en que floreció el fundador de la escuela itálica.

{3} No una, sino varias veces, insiste Platón en este pensamiento, que pudiéramos llamar filosófico-cristiano, ora poniéndolo en boca de Sócrates, ora expresándolo por su propia cuenta, según puede [6] verse en la Apología Socratis, en el Convivium, en el Phoedrus, en el Lysis, y hasta en algunas de sus cartas. Así, por ejemplo, en la Apología, Platón, después de recordar la pregunta hecha al oráculo de Delfos acerca de la sabiduría de Sócrates, pone en boca de éste las siguientes palabras: «Interrogavit utique (Cherephon) an esset ullus me sapientior: respondit Pythia, sapientiorem esse neminem... Quidnam Deus est? aut quid hoc sibi voluit? Ego enim mihi conscius sum, neque in magnis nec in parvis esse me sapientem. Quid igitur sibi vult cum me asserit sapientissimum?... Videtur autem, o viri Athenienses revera solus Deus sapiens esse, atque in hoc oraculo id sibi velle, humanam sapientiam parvi, imo nihili pendendam esse.» Opera plat

Límites y auxiliares de la historia de la Filosofía

Por lo dicho en el párrafo anterior, se ve que la historia de la Filosofía excluye de su seno las artes y ciencias de erudición, empíricas, históricas, matemáticas y físicas. Aun con respecto a aquellas ciencias que participan de la naturaleza de la Filosofía, como las psicológicas, jurídicas y sociales, la historia de la Filosofía debe limitarse a ciertos puntos de vista generales, y a las relaciones más íntimas y fundamentales de las mismas con la Filosofía propiamente dicha.

Por su misma naturaleza, estos límites entre la Filosofía y las demás ciencias son relativamente vagos. Por esta razón no es posible señalar una línea precisa, inmutable y fija, ora para separar la Filosofía y su [8] historia de las demás ciencias, ora para reconocer y elegir, entre las múltiples opiniones e ideas de los filósofos, las que merecen hallar cabida en la historia de la Filosofía. De manera que el criterio objetivo necesita ser completado y desarrollado por el criterio subjetivo del autor, el cual, si posee sentido filosófico, sabrá discernir las ideas, opiniones y teorías a las que deba concederse lugar más o menos preferente en la historia de la Filosofía, habida razón de su valor real, de su influencia sobre los espíritus, de su originalidad e importancia efectivas.

El acierto y seguridad del criterio, así objetivo como subjetivo, depende también, en gran parte, de la naturaleza y uso de las fuentes y materiales de que se eche mano al escribir la historia de la Filosofía. Excusado parece decir que debe concederse la preferencia a las obras generales de los filósofos cuya doctrina se trata de exponer, cuando conste, al menos, la autenticidad de esas obras que han llegado hasta nosotros. A falta de éstas, debemos recurrir al testimonio de otros autores, y a las noticias suministradas por éstos, principalmente cuando son contemporáneos o poco posteriores, acerca de la vida, doctrina, discípulos o influencia de ciertos filósofos.

De aquí la utilidad, o, digamos mejor, la necesidad relativa de acudir a la historia, la crítica, la filología, para proceder con acierto al discutir, afirmar y discernir, bien sea la autenticidad de las obras atribuidas a determinados filósofos, bien sea la autenticidad y el valor real de las noticias de segunda mano y de los datos suministrados por otros autores. Pueden y deben, por lo tanto, considerarse como auxiliares de [9] la historia de la Filosofía, la crítica, la filología, la historia de los pueblos y de su civilización; pero también, aunque en grado inferior y de una manera menos directa, la gramática, la historia de las artes y ciencias, la mitología, la religión y la cronología.

Al hablar aquí de los límites de la historia de la Filosofía, claro es que nos hemos referido a los límites internos de la misma, a los límites inherentes y esenciales a su objeto específico y a su materia propia. Por lo que hace a los límites que pudiéramos llamar externos y cronológicos, ya dejamos indicado en el Prólogo que los ensanchamos hasta dar cabida a la historia de la Filosofía entre los pueblos orientales, sin que por eso sea nuestro ánimo prejuzgar la cuestión referente al origen de la Filosofía. Por otra parte, la resolución de este problema depende en gran parte del sentido o significación que se atribuya a la palabra filosofía. Es muy posible que, una vez fijado el sentido de esta palabra, los que buscan y señalan el origen de la historia de la Filosofía en la India, se acercarían mucho, si ya no es que coincidían plenamente con la opinión de Tennemann, cuando nos dice que «el verdadero principio de la Filosofía se encuentra entre los griegos».

A juzgar por esta afirmación, sería preciso suponer que, para Tennemann, la Filosofía de la India y sus sistemas no representan esfuerzo alguno de la razón humana para realizar la idea de la Filosofía, o sea para constituir una concepción más o menos sistemática de la realidad. Porque es de saber que para el filósofo alemán, la historia de la Filosofía «es la ciencia que representa los esfuerzos de la razón humana para [10] realizar la idea de la Filosofía, narrándolos ordenadamente». Es verdad que el mismo filósofo añade que la historia de la Filosofía «es la representación por medio de los hechos del desarrollo siempre progresivo de la Filosofía como ciencia». Parécenos que el espíritu hegeliano que informa estas dos definiciones, espíritu que se transparenta más en la segunda, contiene la explicación y la verdadera razón suficiente del privilegio que Tennemann concede a los griegos en orden al origen de la Filosofía y de su historia.

taller .n1
1- leer la historia de la filosofia y limite y auxiliares de la filosofia
2- sacar un resumen de lo leido
3- conteste el siguiente cuestionario que se le entregara en la proxima clase
gracias ...

jueves, 10 de diciembre de 2009

LOS HIJOS DE LOS ARBOLES

De los hijos de los arboles,
a propósito de los cogollos
“Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa, y que ya maduro, no insistas en rejuvenecer, y que siendo viejo no te dediques al desespero. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros. ”
Victor Hugo
Luego de releer la publicación del artículo anterior: La preparación para el Icfes: ¿suma de tareas y resta de tiempo? concluí que la manera más expedita para ejemplificar mi postura hubiese sido a través de la metáfora del árbol. El argumento es sencillo, un estudiante de grado 11 es un fruto que ha venido madurando a la luz del sol escolar y de la luna familiar, durante más de dos lustros; y pretender darle el color, el sabor, el olor y la contextura, mediante el calor artificial de los preicfes, en menos de un año, no es más que una desvarío, porque los procesos no se pueden forzar ni improvisar, demandan tiempo, espacio, medios y ajustes
Por: José Israel González Blanco.
Trabajador Social, Colegio Nuevo Horizonte
REPRODUCE :HECTOR FABIO VILLALBA
Hoy intento hacer un acercamiento a la situación de los niños amparado en la figura literaria enunciada, preguntando de paso hasta qué punto la escolaridad coadyuva en que los niños y las niñas puedan ser ellos y ellas. Este acercamiento también busca en el lector una mirada retrospectiva, apoyado en el poema de Víctor Hugo.

…Te deseo que siendo joven no madures demasiado de prisa
La madurarez de un elevado guarismo de niños y niñas en Colombia se hace demasiado de prisa, incluso hay quienes dicen que se hace “a golpes” y “a la brava”. Encontrar un niño de 6 años a las 5:30 de la mañana, en un andén de cualquier calle citadina, de la mano de su madre, esperando la ruta del colegio, cuando a esa hora debería estar bajo el techo de una vivienda, dentro de un par de cobijas de lana o de algodón, durmiendo y soñando, es un acto impugnable. ¡Pero no!... Alguien inventó las jornadas escolares desde antes de apagar los ojos la aurora del bello cielo y de esa mediana obscuridad, pende parte de la madurez afectiva, mental, emocional, biológica y moral de la infancia.
Al parecer está rápida maduración de los niños y las niñas conlleva a la inmadurez de adolescentes, jóvenes y adultos Habría que investigar si los embarazos de menores de dad, por ejemplo, están relacionadas con esta situación. La generación nuestra, forjada hacia la segunda mitad del siglo XX y las anteriores, tomaron la sazón y el colorido del calor de la familia nuclear y ello les dio consistencia. Los cogollos de finales de siglo y principios del milenio han sentido el frío de la ausencia de la organización familiar y ese resfriado les ha impedido un desarrollo acorde con las exigencias de su edad.

…Ya maduro no insistas en rejuvenecer
Cada edad tiene su placer y su dolor, aduce el novelista francés, pero las edades de nuestros escolares padecen incoherencias, precisamente por madurar de prisa. El placer y el dolor tienen su lugar en la evolución humana, el primero en menor intensidad que el segundo. Por las venas de los arboles y de los cogollos circula la sabia con el dolor que impregna el corazón, es el dolor generado por la violencia política, familiar y social.

Sin duda esos dolores fluyen entre nosotros, concretamente en la esfera escolar. El centro educativo se ha convertido en el diván, en el escenario por excelencia donde circulan las preguntas, donde se afirman las esperanzas y donde se buscan salidas al deseo de los menores de poder ser niños y niñas. Los retoños quieres recuperar su color verde de la primera infancia y por eso se portan “inmaduros”. Los niños y las niñas quieren borrar el arrebol de la tarde, que les cayó muy tempranamente en su corporeidad, por el verde vivo de la mañana, es de ir, quieren ser sujetos de Derechos tal como lo expone la Ley de Infancia y Adolescencia

Pero mientras estas disimilitudes dinamizan la cotidianidad escolar y comunitaria, el comercio se dispone a celebrar el” Halloween o Noche de las Brujas, una fiesta proveniente de la cultura celta que se celebra en la noche del día 31 de octubre, conocida en nuestro medio como el Día de los Niños. O si se quiere como el segundo día de los niños en el año, porque la Ley 724 de 2001 institucionalizó para el último sábado de abril el Día de la Niñez y la Recreación. Una estrategia de sensibilización y movilización de la sociedad en torno a la niñez.

Del rol de los docentes
La tarea para los educadores cada día se pone más exigente y eso tensiona al magisterio, porque el abordaje tanto de los árboles como de los cogollos demanda más conocimientos, mejores técnicas de relación, más tiempo para la comprensión de los hechos, menos para la instrucción y más inteligencia emocional. La mayoría de nosotros aprendimos bajo el árbol de la teoría peagetiana, Kohlbergiana y saboreamos la pedagogía tradicional. La sombra de esos bosques sirvió para cubrir los rayos solares de ese momento histórico, pero las radiaciones que hoy destellan del impacto de los medios de comunicación y de la recomposición del núcleo familiar, principalmente, obligan a darle un tratamiento distinto a los capullos, de lo contrario su evolución se detendrá y su fructificación quedará en veremos.

Si el Estado y la sociedad apuestan por el reconocimiento y cualificaciòn de sus docentes, los árboles y los capullos podrán respirar partículas del aire puro que expele la democracia y la convivencia. Y, de esta manera, la pregunta por el aporte de la escolaridad a la afirmación del ser de los niños, las niñas y los adolescentes será una realidad soñada. Dicho de otro modo, si la familia, la sociedad y el Estado cumplen con su deber constitucional de educar a la infancia, los hijos de los árboles llegarán a ser árboles y no se quedarán en el intento.

De esta manera Colombia le dirá al escritor francés dadas estas condiciones los jóvenes no madurarán tan de prisa isa y que ya maduros no se insistirá en rejuvenecer, que en la vejez no habrá desespero, porque el placer fluirá por encima del dolor entre todos nosotros