lunes, 11 de mayo de 2009

LOS HIJOS DEL HOY Y LOS PADRES DEL MAÑANA

LOS HIJOS DEL HOY Y LOS PADRES DEL MAÑANA
En el artículo anterior, destiné unos renglones a provocar algunas reflexiones acerca de la infancia y la adolescencia, con el sano propósito de llamar la atención de gobernantes y comunidades educativas, respecto a tan espinoso, urgente y apasionante asunto. En este número, centraré la atención en otro aspecto nodal en el ambiente escolar y social: Los padres y madres de familia, entre otras razones, porque estamos comenzando el año y en esa lógica, los padres de nuestros escolares están como esponjas absorbiendo informaciones y conocimientos de maestras, maestros y directivos docentes
Por: Héctor Fabio Villalba
Los padres y las madres de familia de los estudiantes que hoy asisten a la escuela y al colegio, un día fueron niños y niñas: nacieron sin ropa, succionaron el preciado líquido láctico, gatearon, chillaron, caminaron, se cayeron y volvieron a levantarse con ímpetu. Aprendieron las primeras palabras de sus padres, algunas de ellas groserías y luego pulieron la conversación en el intercambio familiar y en la escuela.


Unos vivieron en el campo y por adversas circunstancias migraron a la ciudad, buscando mejores condiciones de vida personal y familiar. Estando en la urbe, algunos se organizaron como parejas, otros ya lo habían hecho en el pueblo y en la vereda. Muchos fueron a la escuela a saborear los frutos del árbol de la ciencia y a deleitarse con la fragancia que expele la selva de la cultura, pero no faltaron los que se volaron para dedicarse a trabajar. En la escuela fueron traviesos, pelearon, imaginaron cosas obscenas que fueron resarcidas con la comunión, padecieron tristezas y alegrías, las cuales hoy pueden recordar con nostalgia y con humor.


Pasaron incontables cosas… la mayoría agradables. Eran otros tiempos, otros padres de familia, otros profesores y profesoras, otros salones, otros tableros, otros hijos y otros estudiantes; muy distintos a los de hoy, en cuanto a su comportamiento, al fenotipo, al lugar y al tiempo. En esa época por ejemplo, llevábamos como avío panela, frutas, arepa, envueltos y todos aquellos apetitosos alimentos preparados en la casa, generalmente por la madre, muchas de ellas ya descansando en el regazo del señor. Hoy la comida es chatarra, papas fritas, bombombunes, gaseosa… pura desnutrición; pero también hay quienes cargan en sus bolsillos: marihuana, trago, cigarrillos y armas, sin que sus padres lo sepan. Esta situación nos debe llevar a preguntarnos: ¿Qué será de la salud y de la vida de estos hijos de hoy, que en el mañana serán padres y madres? ¿Qué herencia les estamos dejando: la muerte prematura? ¿De qué nos sirve correr a trabajar tanto, si estamos descuidando ese tesoro custodiado durante 9 meses en el vientre de una madre cual es el hijo y la hija? ¿Esos hijas e hijas no nos costaron lágrimas y sufrimiento en su infancia y en la juventud nuestra?


Son bastantes las preguntas que tenemos que hacernos, para valorarnos más como padres y madres y para reconocer que ese tesoro llamado hijo o hija, que hoy está en esta joyería llamada colegio, tiene muchísimos quilates, que no se compra con ningún dinero, porque ellos y ellas son vida y la vida no se compra ni se vende, la vida surge y como tal, hay que cultivarla.


Podemos preguntarnos también si los padres de familia que hoy envían sus hijos a estudiar, pensaron en el colegio que llegarían a tener hijos y en las posibles carreras que ofrece la Universidad. Seguro que no, eso no se pensó, los profesores tampoco lo pensamos, las circunstancias de la vida nos han colocado en el lugar que estamos y no sabemos qué acontecimientos nos puedan quitar de ahí. Pero los estudiantes de hoy tampoco están planeando su vida presente y menos la futura, viven el día a día, prácticamente sin esperanzas, un buen número sin el sabor dulce de los padres, pero sí con el sabor amargo de la sinrazón de algunos de ellos. Las chicas por ejemplo, optan por el embarazo, sin haber madurado síquica, biológicamente y moralmente; los muchachos engendran sin tener en cuenta lo bello y lo exigente que es la concepción de un ser humano. Y hay quienes tristemente desperdician la vida.


Podría seguir enumerando problemas y más problemas, pero esa no es la intención. Las palabras escritas hasta aquí son una invitación a los papitos y a las mamitas a que valoren más a sus hijos, para que ellos se valoren a sí mismos y valoren a las demás personas, incluidos los maestros y las maestras, porque en los colegios en la actualidad hay estudiantes que maltratan a los profesores, coordinadores y rectores con groserías y hasta con golpes. Y eso es falta de formación en la casa de esa minoría de pupilos, es falta de que el papá y la mamá dialoguen con sus hijos, les enseñen a respetar. En el colegio no se les enseña a pelear, la convivencia es el escapulario que todos llevamos cargado en el cuello.


El colegio es el segundo hogar para los niños y las niñas, dicen los mismos padres y madres. Si eso es cierto, entonces no se debe abandonar el hogar tanto tiempo. El hogar es más importante que el trabajo, aunque en el trabajo nos ganemos el sustento diario. El hogar gratifica, porque allí los hijos nos brindan afecto, sonrisas, miradas e ilusiones y eso es vida. Si cada padre y cada madre frecuenta el hogar, por ejemplo, revisándole las tareas a sus hijos, preguntándoles: ¿Hijo o hija, ¿Cómo le fue hoy? ¿Qué le enseñaron de nuevo? ¿Qué razón enviaron del colegio?, pues el estudiante comprenderá que eso que él o ella está haciendo es muy importante para sus padres y para él o para ella.

Que no se nos olvide que nosotros y nosotras fuimos niños y que ese transitar por la infancia, junto con la experiencia de los adultos, es el banco del cual podemos sacar la fuerza para entender y educar a estos indómitos hombres y mujeres que piensan diferente a nosotros, que se visten distinto, que usan otras palabras y otros símbolos, que nos sacan cada día más canas, pero que en todo caso tienen un corazón grande con el cual pueden amar y un cerebro casi sin estrenar, con el cual pueden hacer de su vida y de la vida de sus padres, hermanos y del país un mundo más agradable y llevadero, si los padres y madres de familia no nos ayudan a los maestros, a las maestras y a los directivos docentes a alcanzar ese sueño y hacerlo realidad, entonces la vida nos lo cobrará muy caro. Albert Einstein, físico y matemático alemán, decía: “Vivimos en el mundo cuando amamos. Sólo una vida vivida para los demás merece la pena ser vivida”.


Y que no se nos olvide a los docentes y directivos que la formación de la nueva generación de padres y madres de familia también hace parte de nuestra agenda escolar, así la Ley de Infancia y Adolescencia exprese que el uso responsable de la sexualidad y de los derechos reproductivos es del resorte formativo de los padres de familia y así los contenidos curriculares no lo expliciten como componente de la enseñanza formal, lo cierto es que los padres de familia de los niños de nuestros colegios no cuentan con los elementos metodológicos, científicos y emocionales adecuados para orientar a sus hijos e hijas en este complejo campo. No se trata de una obligación curricular sino de un deber ético. “Los niños y las niñas aman de la escuela lo que no encuentran en la casa”, ha dicho el profesor Abel Rodríguez

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