jueves, 18 de marzo de 2010

AUTORIDAD,AUTORITARISMO O RELACIONES DOCENTES

¡Autoridad, autoritarismo
o relaciones docentes!

En el ejercicio del poder como el empleo de la autoridad, es algo consustancial a la historia del hombre y de los pueblos con el avance de los siglos, casi se ha genetizado el lenguaje y el uso del poder y la autoridad.
Aún, las escuelas del pensamiento con las avanzadas prácticas de la democracia, se niegan a creer que una escuela puede funcionar sin apelar al dominio de la autoridad

Por: Juvenal Nieves Herrera
Para sustentar que la autoridad es una condición básica para el funcionamiento de los establecimientos educativos, sin caer en el autoritarismo, dividen la autoridad en dos: Una real y otra formal. La real por competencia de quien la ejerce, es decir, producto del consenso de grupo y la formal, por nombramiento y posición con respaldo en el acto administrativo de entes superiores y externos.

No obstante, bien sea con la autoridad real, se camufla una intencionalidad: Emplear la autoridad consensual para poder gobernar. Se niega el uso de la autoridad como autoritarismo, pero sin embargo se resiste a la eliminación total de todo uso de autoridad.

Este, es el punto central de discusión. ¿Será posible una escuela sin el uso, siquiera mínimo de la autoridad?
Los directivos docentes dicen que no, los padres de familia así lo exigen; los maestros no aceptan que pueden trabajar sin los mecanismos que le brindan la autoridad, y los mismos estudiantes solicitan un poco más de mano dura para que, con orden y disciplina se pueda aprender y estudiar.

Una lucha, en estos términos es difícil de superar, por cuanto la cultura de la autoridad está fosilizada en la conducta y costumbres de los hombres.

Uno de los argumentos que no ha permitido pasar del debate a la práctica de proyectos innovativos en materia de ejercitar otros sistemas de trabajo al interior de los centros educativos, es la sombra o el fantasma de la anarquía y el libertinaje para no dejar practicar la libertad.


Insistimos, en que no es nada fácil, teorizarnos sobre la libertad, la democracia y, a pesar de ello, le tenemos pánico a quienes se atrevan (maestros y estudiantes), a proponer siquiera, tenues formas de vida democrática, sin el uso expreso de la autoridad.


Superar en la práctica, la disyuntiva entre autoridad, autoritarismo, libertinaje, anarquía debe ser un presupuesto con el cual se debe transformar la vida misma de los centros educativos.

El título de este artículo, le niega a la autoridad y al autoritarismo sus funciones, se le declara el destierro, se insinúa adelantar el más severo esfuerzo por cambiar las reglas consuetudinario del uso del poder y la autoridad.

Por el contrario, se sugiere la implementación del más amplio sistema de relaciones docentes.

Cuando se habla de relaciones docentes, son todas aquellas que tienen que darse entre los gestores y actores de la vida de las instituciones educativas. Las directivas con los maestros; los maestros con sus alumnos; los maestros con maestros; los estudiantes con los estudiantes, los estudiantes con las directivas y maestros; todos los anteriores con los trabajadores del establecimiento y con los padres de familia.

Estanislao Zuleta, en uno de sus escritos “la participación democrática en Colombia ” (Revista Universidad de Antioquia No.212/88) decía: “Una sociedad vale tanto como las relaciones tienen que darse entre pares, entre iguales, con pleno consentimiento mutuo”.

El directivo docente, el maestro, el adulto debe bajarse del pedestal que le garantiza la autoridad, para colocarse en el piso que las relaciones de amistad, de acompañante, de guía, que le permitan ejercitar con los estudiantes y, la organización, el orden, el trabajo, la convivencia, la exigencia académica, no tiene porque anarquizarse; el sistema de relaciones docentes con normas consensuales, con el uso del diálogo permanente con la consulta diaria, con la evaluación periódica de actividades, con encuentros permanentes de los diferentes actores (maestros, padres, estudiantes) con realización constante de reuniones y asambleas, con definición de objetivos, con el establecimiento de principios pedagógicos y académicos que guíen el trabajo escolar. Toda la red de relaciones por simples que sean, deben emplearse para no dar paso al autoritarismo, a la autoridad, el dejar hacer, o el imponer el hacer.

En la escuela tienen que desterrarse todas las prácticas, aun las más leves para imponer la autoridad: Los reglamentos unilaterales; las normas disfrazadas; el grito del maestro, la evaluación como represalia; la calificación como bolillo acallador, el silencio imperturbable para que el maestro pueda dictar; los monitores estudiantiles que imponen - por imitación a los maestros - órdenes inconsultas; los retiros de clase; la devolución de estudiantes cuando llegan tarde; la cancelación de matrículas; la expulsión de estudiantes; las atribuciones omnímodas a los coordinadores de disciplina; las filas y plantones extenuantes; los castigos si aún se mantienen.

La propuesta que se insinúa contra todos sus esfuerzos y actividades en un sistema de relaciones docentes que presenten a la escuela como un lugar y un espacio para la formación educativa de los hombres y no para su represión.

Modificar y cambiar la función de los centros educativos en su real dimensión. Por ahora con la vida tradicional que llevan, no se diferencian mucho, de empresas industriales, centros hospitalarios, clínicas de reposo, cárceles o
reformatorios.

La escuela tiene y debe fundamentar su trabajo, en una propuesta como la que se presenta a partir de la autonomía y
libre determinación que cada establecimiento pueda constituir.

“Dime y olvidaré, muéstrame y podría recordar, involúcrame y entenderé.”
REPRODUCE HÉCTOR FABIO VILLALBA

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