jueves, 18 de marzo de 2010

UNA ESCUELA DE VIDAS COLECTIVAS

REPRODUCE lic HÉCTOR FABIO VILLALBA

Una escuela de
vidas colectivas

Un maestro ubicado en una lejana aldea, es informado de la muerte de su hermano; el alcalde de la aldea decide encargar entonces a la niña mayor de la clase para reemplazar al maestro durante su ausencia.
Esta pequeña sin ningún conocimiento pedagógico asume la clase de 20 compañeros y compañeras, la gran mayoría niñas y niños de 7 a 8 años, y que a partir de lo cotidiano, de las inquietudes propias y colectivas y de una tiza construyen un proyecto de aula que los encarreta y los seduce

Por: Omar Fabián Vera Cortés
El alcalde ha prometido a la niña un pago por su trabajo; pero si logra mantener a todos los niños y niñas en la escuela, le dará un porcentaje mayor por su labor. Es en un momento, en el que un niño no regresa por la situación económica en su hogar, que se desata al interior de la única aula de la escuela una construcción pedagógica entre las y los estudiantes: deben buscar en el mapa la ciudad a donde el niño se ha ido, suman, restan, multiplican y dividen para saber cuánto dinero requieren recolectar con su trabajo para viajar hasta la ciudad, porque a la pequeña profesora y su grupo los mueve una tozudez infantil para reencontrar al pequeño en la maraña de la urbe.

Esta pequeña historia se desarrolla a miles de kilómetros de nuestro país y corresponde a la película china: “Ni uno menos”, del director Zhang Yimou, donde en medio de un territorio rural olvidado por la inmensa metrópoli desarrollada del Dragón Rojo, transcurre una sencilla pero emotiva lección pedagógica, representada por los propios y verdaderos niños y niñas de la escuela real: un proyecto pedagógico que se construye desde el ejercicio de lo cotidiano, de la vida de una maestra niña y sus pequeños estudiantes, de las realidades de su aldea y de las soluciones que encuentran a los problemas que se le presentan para reencontrar a su compañero y reconocer su difícil situación de vida, que es la misma para todos en la aldea perdida.

Escribiendo estas provocativas líneas para hablar de la importancia de la historia y la memoria en los procesos pedagógicos, vino a mi memoria el trabajo realizado el año anterior: tuve la oportunidad de compartir con un grupo de rectoras y rectores un proceso de formación, de enseñanza aprendizaje para y desde los directivos docentes; La inmensa mayoría al comentar sus experiencias de vida relataban sus inicios como educadores en las provincias rurales: los olores propios de las flores del campo, las faenas propias de las fincas, las laboriosas familias y el apoyo a su vocación, que se forjo entre caminos y veredas, entre escuelas rurales y normales de provincia, entre otros elementos de la memoria, me permitieron visibilizar la riqueza en todas las historias de vida de nuestros maestros y maestras y la posibilidad para desarrollar procesos pedagógicos desde la evocación de la palabra y la imagen, desde el recuerdo propio y colectivo de los grupos y personas para construir un conocimiento multicultural y pluralista, transformador y refrescante para las aulas.

La imagen y la palabra como elementos de evocación, como ejercicios de recordación, de construcción de historia, de apropiación de la memoria propia y de los colectivos para comprender nuestra cultura rural, nuestro origen campesino y la historia variable en el tiempo de un conflicto que desde muchas décadas atrás ha obligado a diferentes grupos humanos a desplazarse hacia el sueño efimero de la urbe, a la metrópoli que nos transforma y nos borra aquellas imágenes que han trascendido en nuestras vidas.

¿Cómo provocar en nuestras instituciones un trabajo por proyectos para la construcción de la memoria colectiva desde el recuerdo, desde la imagen, desde la palabra? El cine sería una excelente manera para iniciar un proceso educativo en este sentido; pensar en un grupo de películas cuyo tema sea la escuela misma y la relación con quienes la hacen y la habitan: títulos recientes como la francesa La Clase o la estadounidense Cadena de favores; dos historias del maestro del cine francés François Truffaut: El niño salvaje y una autobiográfica: Los cuatrocientos golpes; películas de oriente como Buda explotó por vergüenza o Los niños del cielo, o la clásica española: La Lengua de las mariposas, entre cientos de historias audiovisuales que pueden servir de pretexto para generar las historias, los relatos de vida para empezar a construir un currículo propio, una mirada de la realidad de la vida que estamos viviendo desde nuestras propias realidades.

A veces el agobiante afán de esta modernidad occidental nos lleva a perder los referentes históricos de nuestro quehacer: El otro día un joven maestro de artes, de manera inquisitiva preguntaba como las palabras de Paulo Freire, puestas en sus innumerables textos reflexivos le iban a dar de comer a los niños y a las niñas de su escuela; tal vez hemos perdido los referentes en el presuroso desempeño que hoy se nos pide para cumplir con planes, proyectos y tablas de medición de calidad, que solamente terminan por ahogar la posibilidad de dialogar, de encontrar en la palabra referentes de encuentro social. Y hace unos años nos quejábamos por llenar el parcelador (el mentiroso, le decían en mi época).

Tal vez, y solamente tal vez, sea necesario un tiempo para recuperar el profundo conocimiento que nos transmitió desde su pedagogía de la concientización, desde su pedagogía de la dignidad latinoamericana, desde su pedagogía para la libertad, puesta en práctica en los años sesenta con las mujeres y los hombres que trabajaban en las plantaciones agrícolas del Brasil, con los campesinos y campesinas que alfabetizó con su método en tierras cariocas. Y aquí, en nuestra propia tierra, recordar las propuestas ideológicas que hicieron de la escuela colombiana un trascendente Movimiento Pedagógico en los años setenta y ochenta.

Y tal vez, y solamente tal vez, desde la palabra y la imagen, desde la memoria y la historia, podamos en cada aula con nuestros jóvenes estudiantes, construir otros procesos, generar ese tejido social y colectivo que está requiriendo urgentemente nuestra sociedad que sigue enferma en medio del conflicto: “Es necesario desarrollar una pedagogía de la pregunta. Siempre estamos escuchando una pedagogía de la respuesta.

Los profesores contestan a preguntas que los estudiantes no han hecho”.

“Mi visión de la alfabetización va más allá del ba, be, bi, bo, bu. Porque implica una comprensión crítica de la realidad social, política y económica en la que está el alfabetizado”.

“Estamos convencidos de que el momento histórico de América Latina exige de sus profesionales una seria reflexión sobre su realidad, que se transforma rápidamente, de la cual resulte su inserción en ella. Inserción que, siendo crítica, es compromiso verdadero. Compromiso con los destinos del país. Compromiso con su pueblo. Con el hombre concreto. Compromiso con el ser más de este hombre”.

Frases tomadas del texto:”Educación y Cambio”, Paulo Freire, Ediciones Búsqueda, Buenos Aires.

AUTORIDAD,AUTORITARISMO O RELACIONES DOCENTES

¡Autoridad, autoritarismo
o relaciones docentes!

En el ejercicio del poder como el empleo de la autoridad, es algo consustancial a la historia del hombre y de los pueblos con el avance de los siglos, casi se ha genetizado el lenguaje y el uso del poder y la autoridad.
Aún, las escuelas del pensamiento con las avanzadas prácticas de la democracia, se niegan a creer que una escuela puede funcionar sin apelar al dominio de la autoridad

Por: Juvenal Nieves Herrera
Para sustentar que la autoridad es una condición básica para el funcionamiento de los establecimientos educativos, sin caer en el autoritarismo, dividen la autoridad en dos: Una real y otra formal. La real por competencia de quien la ejerce, es decir, producto del consenso de grupo y la formal, por nombramiento y posición con respaldo en el acto administrativo de entes superiores y externos.

No obstante, bien sea con la autoridad real, se camufla una intencionalidad: Emplear la autoridad consensual para poder gobernar. Se niega el uso de la autoridad como autoritarismo, pero sin embargo se resiste a la eliminación total de todo uso de autoridad.

Este, es el punto central de discusión. ¿Será posible una escuela sin el uso, siquiera mínimo de la autoridad?
Los directivos docentes dicen que no, los padres de familia así lo exigen; los maestros no aceptan que pueden trabajar sin los mecanismos que le brindan la autoridad, y los mismos estudiantes solicitan un poco más de mano dura para que, con orden y disciplina se pueda aprender y estudiar.

Una lucha, en estos términos es difícil de superar, por cuanto la cultura de la autoridad está fosilizada en la conducta y costumbres de los hombres.

Uno de los argumentos que no ha permitido pasar del debate a la práctica de proyectos innovativos en materia de ejercitar otros sistemas de trabajo al interior de los centros educativos, es la sombra o el fantasma de la anarquía y el libertinaje para no dejar practicar la libertad.


Insistimos, en que no es nada fácil, teorizarnos sobre la libertad, la democracia y, a pesar de ello, le tenemos pánico a quienes se atrevan (maestros y estudiantes), a proponer siquiera, tenues formas de vida democrática, sin el uso expreso de la autoridad.


Superar en la práctica, la disyuntiva entre autoridad, autoritarismo, libertinaje, anarquía debe ser un presupuesto con el cual se debe transformar la vida misma de los centros educativos.

El título de este artículo, le niega a la autoridad y al autoritarismo sus funciones, se le declara el destierro, se insinúa adelantar el más severo esfuerzo por cambiar las reglas consuetudinario del uso del poder y la autoridad.

Por el contrario, se sugiere la implementación del más amplio sistema de relaciones docentes.

Cuando se habla de relaciones docentes, son todas aquellas que tienen que darse entre los gestores y actores de la vida de las instituciones educativas. Las directivas con los maestros; los maestros con sus alumnos; los maestros con maestros; los estudiantes con los estudiantes, los estudiantes con las directivas y maestros; todos los anteriores con los trabajadores del establecimiento y con los padres de familia.

Estanislao Zuleta, en uno de sus escritos “la participación democrática en Colombia ” (Revista Universidad de Antioquia No.212/88) decía: “Una sociedad vale tanto como las relaciones tienen que darse entre pares, entre iguales, con pleno consentimiento mutuo”.

El directivo docente, el maestro, el adulto debe bajarse del pedestal que le garantiza la autoridad, para colocarse en el piso que las relaciones de amistad, de acompañante, de guía, que le permitan ejercitar con los estudiantes y, la organización, el orden, el trabajo, la convivencia, la exigencia académica, no tiene porque anarquizarse; el sistema de relaciones docentes con normas consensuales, con el uso del diálogo permanente con la consulta diaria, con la evaluación periódica de actividades, con encuentros permanentes de los diferentes actores (maestros, padres, estudiantes) con realización constante de reuniones y asambleas, con definición de objetivos, con el establecimiento de principios pedagógicos y académicos que guíen el trabajo escolar. Toda la red de relaciones por simples que sean, deben emplearse para no dar paso al autoritarismo, a la autoridad, el dejar hacer, o el imponer el hacer.

En la escuela tienen que desterrarse todas las prácticas, aun las más leves para imponer la autoridad: Los reglamentos unilaterales; las normas disfrazadas; el grito del maestro, la evaluación como represalia; la calificación como bolillo acallador, el silencio imperturbable para que el maestro pueda dictar; los monitores estudiantiles que imponen - por imitación a los maestros - órdenes inconsultas; los retiros de clase; la devolución de estudiantes cuando llegan tarde; la cancelación de matrículas; la expulsión de estudiantes; las atribuciones omnímodas a los coordinadores de disciplina; las filas y plantones extenuantes; los castigos si aún se mantienen.

La propuesta que se insinúa contra todos sus esfuerzos y actividades en un sistema de relaciones docentes que presenten a la escuela como un lugar y un espacio para la formación educativa de los hombres y no para su represión.

Modificar y cambiar la función de los centros educativos en su real dimensión. Por ahora con la vida tradicional que llevan, no se diferencian mucho, de empresas industriales, centros hospitalarios, clínicas de reposo, cárceles o
reformatorios.

La escuela tiene y debe fundamentar su trabajo, en una propuesta como la que se presenta a partir de la autonomía y
libre determinación que cada establecimiento pueda constituir.

“Dime y olvidaré, muéstrame y podría recordar, involúcrame y entenderé.”
REPRODUCE HÉCTOR FABIO VILLALBA